lunes, 31 de agosto de 2009

Pena de Muerte

El secuestro, violación y posterior asesinato de una niña de cinco años, acontecimiento que ha conmocionado al país, especialmente a quienes son padres, junto con ser un hecho lamentable, deja entrever otro hecho aún más lamentable: el cruel humanitarismo del Progreso una vez ha demostrado que no existe justicia verdadera ni suficiente si no es aquélla que se ejerce de manera espontánea. El mundo moderno se muestra tal como es: mientras degenerados, asesinos y malvivientes han existido siempre y siempre existirán, eso no cambiará, lo que va cambiando es la mentalidad colectiva respecto a la actitud mostrada frente a los primeros. Un país en progreso, moderno, con miras al futuro, según el paradigma actual de flexibilidad, humanismo y altruismo, no puede tolerar el segar la vida de la persona humana si la justicia así lo dictara. Caso curioso: actualmente, a la vida de un criminal se le atribuyen características organicistas, haciéndola positivamente intocable por derecho sin importar los deberes, priorizando la condición de persona por sobre la de ciudadano de un todo, cambiando el enfoque desde criminal a persona errada, mientras que el resto de los mortales siguen siendo meros individuos con derecho a expresarse siempre y cuando su libertad de expresión no toque la integridad de otro ser por detestable, repulsivo e inmundo que éste sea.
Los instintos básicos del colectivo afloran en estas situaciones, amplificados por la prensa que no teme hacer de esto un gran golpe noticioso/comercial (bastante afín a la porquería de enseñanza inmoral y carente de ética que les brindaron en alguna "prestigiosa" Universidad con pasantías en el extranjero para exportar e importar imbéciles certificados para hacer sin siquiera arrugarse, ni mucho menos detenerse a pensar cómo llegaron a 2do básico con semejante coeficiente intelectual de quiltro que come sus propias fecas, y nótese que el hecho de ver tanto gay, inmigrante de color, inmigrante de un color no tan oscuro como el anterior, cuanta tribu urbana ha aparecido, testigos de Jehová que me hablan de lo maravilloso que es el Reino de los Cielos con sus habitantes apátridas desinteresados en la raza y el color de la piel, ha hecho de mí un ser tan tolerante, que no tengo mayor problema con los canes ni con los que practican la coprofagía, preguntas tales como "¿qué sensaciones le recorren al ver al asesino de su hija?"; notable, si dan ganas de darles un premio y empalarlos con sus propios micrófonos), produciéndose el gran choque del inconsciente: por un lado está la actitud casi instintiva de rechazo, la necesidad de ejercer la justicia por mano propia y despiadada, i.e. sin trancas morales ni panfleterismo derechohumanista, y por el otro lado, lado izquierdo quizá, está la necesidad de comprender la vida como maravillosa tan sólo por ser la vida, de considerar la vida inviolable tan sólo porque el montón de órganos que la porta tuvo la fortuna de nacer en un país que cree que estar en el primer mundo es tolerar cuanta porquería que pase por sus fronteras y asumir que el ser humano es innatamente bueno y perdonable. Pedir pena de muerte es inútil pues nuestro país está tan atado de manos con absurdos tratados internacionales que sería más fácil ajusticiar como se debe al montón de mapuches subversivos antes de que la pena de muerte vuelva… para que el sr. Frei, si es presidente otra vez, vuelva a indultar a otro infeliz, tal como lo hizo durante su mandato anterior.
Es de esperar, si las enfurecidas masas ya no están en condiciones de aplicar la ley de Lynch pues, como sabemos, el sistema Judicial, junto con ejercer su justicia afeminada y propia de quien teme hacerse respetar, debe proteger la vida y el trato humanitario de los criminales, que algún recluso, impulsado por un repentino afán de expiar sus culpas y deudas con la sociedad, haga de la teoría del Lex Tallionis, ojo por ojo y diente por diente, una realidad.

No hay comentarios.: