
Probablemente una de las cosas que más me guste en la vida es tomar un buen mate acompañado de una buena conversa con amigos, ya sea en la casa, en un parque, en la playa en la oficina o en cualquier lugar dónde me resulte placentero estar.
Los chilenos asocian la ingesta de mate principalmente con Argentina y en menor medida con Uruguay, no obstante en Uruguay se bebe mayor proporción de mate que en Argentina, pero aún así menos que en Paraguay y en el sur de Brasil. En Chile, que en la segunda mitad del Siglo XIX junto a Argentina y Paraguay ostentaba el primer lugar en el consumo de esta noble infusión con una proporción de consumidores de la totalidad de su población (seguidos de Perú y Bolivia donde la mitad de la población lo consumía y de Brasil donde "sólo" una tercera parte de la población lo hacía), sólo se ha conservado esta costumbre en el sur de su territorio y más específicamente en el campo de la Zona Central y Sur, Chiloé y la Patagonia, dejando a los citadinos alejados de este primitivo vicio.
El consumo de mate proviene de los indios guaraníes de Paraguay quienes llamaban a la hierba caámate y a la calabaza en que se bebía mati y en un comienzo era usado por sus hechiceros quienes lo inhalaban por la nariz para entrar en éxtasis.
Durante gran parte de la la época colonial la producción, el tráfico y el consumo de mate estuvieron prohibidos, llegando incluso a ser declarado por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición como "una superstición diabólica". Posteriormente se le concedió el monoplio del cultivo del mate a la orden jesuita hasta 1774.
Claramente un desafío para nuestros jóvenes historiadores es averiguar por qué se perdió en la mayor parte de nuestro país una costumbre tan arraigada como la de beber el mate.
El mate se toma de distintas formas generalmente dependiendo del lugar geográfico del consumidor, dulce (con azucar o con hierbas endulzantes) o amargo, con leche o puro, caliente o frío (tereré), con alcohol o sin alcohol, etc. Otro factor importante es la hierba, la brasileña es fuerte y amarga, la argentina suave y abundante, la paraguaya sabrosa y olorosa. Personalmente prefiero la que viene con palo, ya que si bien tiene menos concentrado su sabor contiene menos polvo, por lo que facilita su cebada. Asimismo es muy importante el recipiente en el cual se pone la yerba, siendo mis favoritos los de palo santo y los de calabaza.
El mate tiene además una serie de códigos y significados : si se lo sirve frío significa desprecio, lavado muestra desgano, hervido delata la envidia; es una falta de respeto servirlo por la izquierda, se dice que está enamorado quien lucha con una bombilla trancada, muestra aprecio cuando tiene espuma y nunca acepte el primer mate al comenzar la rueda: es el mate para el tonto, debiendo ser el cebador quien lo prueba primero. Aunque los códigos más curiosos son los que pude apreciar en la ingesta de esta infusión en la Isla Grande de Chiloé, donde dar las gracias por el mate que se sirve significa que no se quiere beber más.
En lo que respecta a mi, no me importa lo que se dice del mate: si tiene o no propiedades medicinales, si es adictivo o si no lo es, o de si beberlo es poco o muy chileno, pues de lo único que estoy seguro es que probablemente una de las cosas que más me gusta en la vida es tomar un buen mate.
Fuente: Jorge Lanata, Argentinos vol. 1, Ediciones B, Grupo Zeta, Buenos Aires, Argentina.
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